
Una buena estimulación sobretodo los primeros años de vida, de 0 a 6 años, y especialmente de 0 a 3 años, ayuda a mejorar las capacidades físicas e intelectuales del individuo.
Nunca más aprenden tan rápido como los primeros años. Es en esta etapa que el cerebro triplica su peso.
Un método adecuado y constante contribuye en desarrollar las capacidades. Además la parte afectiva también se ve favorecida. Los padres dedican tiempo a sus hijos, se comunican con ellos y están presentes para darles lo mejor.
Cada niño tiene sus preferencias a la hora de desarrollarse y las debemos respetar para que su interés siga creciendo.
La seguridad, la confianza y la armonía en las relaciones del entorno son claves para un buen desarrollo. Sin lugar a dudas, si existe un bloqueo emocional dificulta enormemente el aprendizaje y la interacción. Por eso en primer lugar debemos asegurarnos que el niño se siente bien y que disfruta de todo lo que hacemos.
La estimulación no debe plantearse como una herramienta para hacer genios. Se trata de divertirse, disfrutar de la actividad y descubrir cosas juntos (bebé y adulto) favoreciendo una relación afectiva sólida.
Carmen Romero, psicóloga infantil, especialista en estimulación temprana